La división del Municipio Caroní y su gente

Por José Carlos Blanco Rodríguez

Ha surgido un movimiento que propone la división del municipio Caroní en dos municipios, Puerto Ordaz y San Félix.  El argumento de la propuesta –según se lee en los medios- es mejorar el servicio público e impulsar el progreso de cada sector, con una gestión más eficiente y cercana a la gente. Esto en virtud del crecimiento de la ciudad que presenta una realidad con necesidades completamente diferentes a las que tenía en los años 60 cuando se creó el municipio Caroní.  Esta propuesta es rechazada alegando que no se alcanzaría ningún progreso y lo peor es que dividiría a la gente entre “los de Puerto Ordaz” y “los de San Félix”. No tengo el detalle de los argumentos de quienes promueven la creación de dos municipios, que en definitiva significa la división de municipio Caroní, pero, lo que quiero destacar es que el argumento de que eso dividiría a la gente no es válido, porque, lamentablemente, la gente de Ciudad Guayana está dividida por razones psico-socio- políticas. Esto no es una opinión personal, sino la conclusión a la que llegan estudios de universidades regionales y otras fuentes públicas o privadas que han verificado esta afirmación.

Con motivo del aniversario de Ciudad Guayana, la Universidad Experimental de Guayana (Uneg) presenta una publicación titulada Pensar la Ciudad, donde puede leerse el artículo del profesor Luis D´aubaterre Elementos de análisis psicosocial hermenéutico sobre la construcción real simbólica de Ciudad Guayana, que recoge opiniones de los “guayacitanos” sobre cómo ven su ciudad: 

Una ciudad “real”: injusta, desequilibrada, dividida en dos mundos de vida muy diferentes, cuyos puentes sirven de instrumentos de tráfico fronterizo; es una ciudad escindida por el río Caroní y por el trato diferencial que, desde su concepción, impuso la planificación de la CVG; en donde coexisten e intercambian sin integrarse, dos grupos humanos con vivencias individuales y colectivas de trabajo, vida y lucha cotidianos, marcadamente diferenciados y tipificados: “la gente de SanFélix” y “la gente de Puerto Ordaz”. Ciudad bicéfala que tiene una “cara bonita”, Puerto Ordaz-Alta Vista: hermosa, joven, moderna, planificada, limpia, ordenada, amplia, segura, progresista, dinámica, en donde todo funciona bien, y tiene una “cara fea”, San Félix: marginal, pobre, sucia, peligrosa, llena de barrios, desactualizada, criolla-típica, un pueblo tradicional, en donde nada funciona.

b- Una ciudad inaccesible: indeseable, excluyente-exclusiva, donde impera el consumismo y el mercantilismo, donde viven los ricos y los corruptos que “desangraron a SIDOR y a las Empresas Básicas de la CVG”; que existe al otro lado del río Caroní y que la historia y la tradición obligan a llamar por el nombre que le dieron sus fundadores norteamericanos de la Orinoco Mining Co. y la Iron Mining: Puerto Ordaz. En esa ciudad todo es muy caro, hay mucha inseguridad, la gente es egoista, encopetada, sifrina y poco sociable; allí no se puede vivir, hay mucha contaminación, no hay aceras, no se puede caminar, está hecha para los carros: es una ciudad fría, que sólo se hizo para trabajar

Se agrega en el mismo estudio la manera como se ven los habitantes de Puerto Ordaz y los de San Félix:

Nosotros, la gente de San Félix”… La construcción discursiva de la nostredad que hizo “la gente de San Félix” que participó en el estudio aquí referido, se nutrió sobre todo de atributos positivos (luchadora, trabajadora, humana, sociable, preocupada por su vecino, espontánea, alegre, popular, humanitaria…), expresando reiteradamente su sentido de pertenencia y de arraigo para con San Félix. De hecho, sólo en los barrios de San Félix se habló con orgullo y respeto de “los fundadores” que lucharon contra la CVG, la policía, la Guardia Nacional y el Gobierno, para fundar los barrios que hoy ensanchan la ciudad. “La gente de San Félix” reconoció los atributos convencionalmente negativos de “pobreza y marginalidad”, pero de manera positiva: el barrio se describió como un espacio urbano cálido, familiar, donde (a pesar de los malandros, la delincuencia y la inseguridad), se vive una intensa vida comunitaria: en su experiencia cotidiana en el barrio, “la gente de San Félix” percibe y comparte su mundo de vida como algo bueno: una “convivialidad” que se concreta en el espacio psico-social de la familiavecindad, y que a su vez se expresa en el habla popular que designa al vecino como: “el convive”, “el parroquia” o “el familia”

La misma dialéctica implícita en la elaboración psicosocial de las identidades sociales urbanas, fue replanteada en la construcción discursiva que los participantes de Puerto Ordaz, hicieron de su nostredad. Otra vez se recurrió a procedimientos retóricos que hablan de una simplificación generalizada, sesgada, interesada y parcial de la realidad social de la cual se habla: lo cual refleja la elaboración de configuraciones ideológicas en el discurso vivo de la gente. Esta nostredad, indisociable de “su” ciudad, fue construida de manera contradictoria, pues hubo emisión de creencias tanto positivas como negativas: “la gente de Puerto Ordaz es muy trabajadora, responsable y productiva”…; “la mayor parte son profesionales universitarios…, emprendedores, con visión de futuro y gran espíritu de competencia”; a la vez que “la gente de Puerto Ordaz es grosera, muy mal educada, sin modales, egoísta, antipática, insensible”…; ”se desentiende de los problemas de su comunidad, se encierra en su casa y no participa”…

El trabajo del profesor Daubaterre se basa en los datos que exige la metodología de la investigación para este tipo de artículos científicos. No pretendo que sean aceptados dogmáticamente, sino que se sometan al análisis racional –no prejuiciado- que ayuda a sacar el provecho que debe ofrecer toda investigación. Personalmente he sido testigo de la “nostredad” a que se refiere Daubaterre. 

En la primera publicación que se hizo en Ucab Guayana, el Padre Angos, que para el momento se encontraba en la parroquia 11 de abril, escribió un artículo titulado Un río clasista, donde destacaba la forma como el Caroní dividía a dos clases sociales; posteriormente, cuando la empresa Sidor pretendió entregar a la Ucab el Centro de Acción Social que se encuentra en la urbanización UD 145, fue rechazado por representantes de las comunidades, alegando que se pretendía entregar un espacio de la comunidad a gente que no estaba identificada con ella, formando parte de “la derecha que desprecia a los sectores populares”; posteriormente se le propuso a un representante de la cámara de comercio de San Félix realizar actividades para tratar de acercar a la gente de las dos orillas del río y manifestó que, lamentablemente, son dos sectores inconciliables. Y del otro lado, hay gente que se vanagloria diciendo que nunca ha ido ni quiere ir a San Félix y cuando la Universidad proyecta actividades en San Félix hay quien se molesta, diciendo que no se le puede obligar a ir allí. Se pueden citar innumerables ejemplos que ratifican las conclusiones a las que llega el trabajo de Daubaterre. Si tomamos en cuenta que la investigación se realizó hace varios años, sería bueno constatar la validez que puede tener actualmente, e inclusive medir la opinión que sobre la propuesta de la division del municipio puede tener la ciudadanía que hoy tiene características muy diferentes a la de los años 90.

Estamos ante un problema que venimos arrastando desde hace años y requiere atencion especial, sobre todo para minimizar los perjuicios que causa a la ciudadanía. Sin la división fomal ya hay una grave división real, que obliga a explorar mejores formas de gestión para la atención a la ciudad y su gente.

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